La fotografía es el arte en su estado más natural y humano, es un parpadeo. El deseo de quedarte a vivir en un instante, en un momento infinito e imperturbable por el paso del tiempo, que además puede ser modificado, para que no sólo se parezca, sino que sea una fiel estampa de nuestra realidad.

La ilustración, el poder de las los trazos. Tener la determinación propia de quien escribe el hilo de la historia para que cada recta y cada curva cumplan un papel que descubriremos a la vez que ellas, con su creación. Sabiendo que si están bien educadas, las formas son capaces de transmitir más que las palabras más sonoras.

El alma, libre y desatada, le otorga vida a un pincel para mezclar colores buscando aquellos que consigan hablar más que las palabras, dándole voz a eso que ellas no son capaces de expresar. Las pinceladas consiguen tapar los huecos que, como las hebras de la tela de un lienzo, nos conforman como personas.

La pintura es un baile. El pincel ejerce de batuta, llevando el ritmo, y los colores bailan en parejas cuando se complementan, o en grupo si hay libre albedrío.

Hay veces en las que los pasos espontáneos son mejores, y se crean colores que nunca habías imaginado, pero te das cuenta de que siempre los habías anhelado.

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